Sinceramente, me hubiera gustado tener la sensibilidad de los poetas para describir la inmensa belleza de esas islas, enclavadas en medio del océano pacifico y en otro continente.
Islas que forman como un hermoso y perfecto collar de perlas, de una exuberante y variada vegetación y donde no se conoce la contaminación ambiental. Durante los días que permanecí allí, respire aire puro, oxigeno puro. No me equivoco al decir que uno se encuentra en el paraíso, en el país de las maravillas de Alicia. Aquí todo es armonía y alegría que invita al romanticismo, por eso es el lugar elegido por los enamorados. No era mi caso.
Un pueblo que a pesar de haber sufrido la usurpación del colonialismo frances mantiene intactas sus raíces y sus costumbres ancestrales con un gran sentido de pertenencia y un enorme respeto por la ecología. Que lo mantienen a rajatabla, les había prometido a 2 amigas que les traería algún trozo de coral, cuando empecé a preguntar dónde lo conseguiría, me dijeron que era casi imposible porque hay una política muy agresiva para defender las barreras coralinas y evitar su destrucción por la venta indiscriminada de alguna época. Un día entro a un negocio de artesanías, soy fanático de esos artículos, aunque después no sepa qué hacer con ellos. Sobre una mesa veo 3 trozos de coral hermosos, le pregunto a la Sra.: ¿Cuánto valen? Me contesta que no están a la venta porque está prohibida negociarlas y quien lo haga infringe la ley, acepte su explicación mientras los tenía en mis manos, y cuando los quise dejar donde estaban la señora, me dice: “Señor, quédese con ellos porque se los regalo, todavía la ley no me lo prohíbe” me quede azorado de esa respuesta, le compre muchas artesanías hermosas y así pude cumplir con Mónica y Susana mi promesa.
Un pueblo solidario, generoso amable e inmensamente feliz, que disfruta con felicidad esa alegría que se manifiesta en el multi colorido de sus vestimentas, hermosas mujeres con vestidos floreados, hojas y palmeras, ataviadas con vinchas que ellas mismas confeccionan con perfumadas flores y pétalos, siempre con una flor sujetada por su cabello a la altura de la oreja, los hombres también vistiendo amplias camisas y camisolas y short también muy coloridos. Seguramente debe ser el lugar más informal del mundo, jamás vi a alguien vestido de saco y corbata. Asombra la educación vial, aquí nadie tiene prisa, nadie trata de avanzar en una boca calle, ceden el paso con ademanes gentiles para luego saludarse amigablemente, ni hablar del respeto por el peatón. Son artesanos de nacimiento elaborando preciosas y delicadas artesanías que le entrega la naturaleza a través del mar como son el coral, ostras de nácar y perlas cultivadas.
En Santiago de Chile tuve la primera sorpresa desagradable, al cobrarme 50 dólares por hacer uso del Salón Vip, destinado a los pasajeros de clase ejecutiva, un derecho en todos los aeropuertos del mundo que solo LAN no respeta. Además, es una constante en Chile, si no te roban en la calle, te roban y te estafan en el aeropuerto, ya que a su vez tampoco quisieron devolverme el IVA de las compras efectuadas. Comencé el viaje con una escala técnica en la Isla de Pascua, para cambio de tripulación como rigen las normas dictadas por la OACI en este tipo de vuelo y recarga de combustible. Llegamos a Papete, capital de Tahití a la 1 de la mañana, con una temperatura elevada y gran porcentaje de humedad. Después del ritual de colocar las guirnaldas en los cuellos de los pasajeros me traslado al Hotel Intercontinental, y llegamos a la habitación a comenzar a desarmar maletas. A la mañana, me dedique a gestionar un vehículo para recorrer y conocer Papete, una ciudad muy interesante. Ediana fue la conductora, por más de 4 hs. recorrimos y visitamos los lugares más interesantes como así también el inmenso mercado, incluido el de las artesanías, un verdadero regalo para la vista y aprovechar para comprar regalos para mis amigos. Después, conociendo el movimiento, lo hacía por mi cuenta en taxi desde el hotel que se encontraba a 8 km. de distancia. Por 40 dólares podía ir y volver, en cambio el anterior había costado 300 dólares. Días después llegué a Morea, en un vuelo de muy pocos minutos, allí comencé a disfrutar la experiencia de vivir en bungalow. En el Hotel Intercontinental me recibieron con mucha atención. Al día siguiente después de desayunar me recogió Paloma, hermana del representante de Julia, que ya la había contratado desde Papete para recorrer y visitar Morea, una persona sumamente agradable. No quedo lugar sin conocer, visité una fábrica de elaboración de jugos, me hicieron degustar todos ellos y terminamos con el ron. Fue muy simpático y divertido, al medio día la invite a Paloma a almorzar, sólo acepto tomar un jugo que termino pagando ella. Cerca de las 15 hs. regresamos al hotel, y al llegar le comento a Paloma cuanto más le debía abonar, pues la visita se había extendido más de dos horas de lo pactado, entonces me dijo: - De ninguna manera Eduardo! ¡Tu compañía ha sido muy agradable! De ahí en adelante me dedique a disfrutar ese verdadero paraíso con gente extremadamente amable y gentil, con comedores excelentes y platos exquisitos. La vestimenta del personal de cada comedor era diferente y con grandes coloridos, que hacían aún más agradable cenar en esos lugares. Los hombres vestidos de amplias camisas y polleras al tono, todo muy divertido. A la noche disfrutaba la misma, sentado en el porch del bungalow, tomando unas copas de champaña, fumando un habano y escuchando de mi tablet música de Mozart y Strauss hasta altas horas de la madrugada, por eso llegue con un déficit i–––mportante de horas de sueño, pero valió la pena ese sacrificio. Pedro, uno de los maleteros, me hizo conocer todo el complejo viajando en un vehículo eléctrico, ¡¡¡que gran tipo era Pedro!!! Nunca lo olvidaré.
Después, de días espléndidos volé a Bora Bora, también pocos minutos. Si lo anterior fue inolvidable, lo de Bora Bora fue sublime en todo sentido. En el pequeño aeropuerto, en realidad, son aeródromos domésticos con pistas importantes y una terminal muy sencilla. Allí me recibió Vanesa, con una gran sonrisa alcanzándome una botella de agua fría, una pequeña toallita mojada y colocando sobre mi cuello una hermosa y perfumada guirnalda de flores, que a pesar de mi negativa me pidió e insistió que le entregara mi equipaje de mano, luego pidió que identificara mi maleta y no me permitió tocarla, ella lidio con mi equipaje todo el tiempo. Al lado de la estación aérea, hay un embarcadero desde donde trasladan a los pasajeros en una lancha hasta el hotel le Meridian, distante 25 minutos de navegación. Volví a encontrarme con mi equipaje en el bungalow. En la recepción del hotel me recibió Vaihau, de origen vietnamita que sería la responsable de mi persona durante mi estadía, recorrimos juntos los lugares para reconocer los restaurantes que utilizaría, luego en un vehículo eléctrico me traslado al lugar que habitaría. Al entrar me sorprendió los detalles de decoración exquisitos y de buen gusto, una cama de casi 3 metros de ancho, un desperdicio para una sola persona. Todo el contorno de la cama tenía un tul corredizo. Me explicó el funcionamiento de todos los artefactos y llaves eléctricas para cada cosa. Un lujo. Luego pasamos al exterior, un porch con reposeras y mesa, reposeras en la playa y una hamaca. Me dice: “ Señor Giménez, este sector de playa, es exclusivo para usted. Nadie lo molestara” Esa privacidad se vio aumentada ya que había muy pocos turistas y los cuatro bungalow a cada lado del mío no estaban habitados, por lo que me permitió algunas veces bañarme y tomar sol sin ropas, practicando nudismo, ni yo lo creía. Un espectáculo bellísimo, con altas palmeras y el mar a metros. Disfrute mucho las salidas y entradas del sol, un verdadero paraíso. Al día siguiente visité como lo hice cada vez que llegaba a una de las Islas, la pequeña villa, comprar artesanías y sobre todo comprar en un super mercado todo lo necesario para llenar de bebidas el mini bar, cervezas, jugos y botellitas de champang que me acompañaban en esas noches maravillosas junto al mar y las palmeras, fumando un habano y con mi música favorita que hacía más sublime ese lugar. Sentir la brisa, escuchar el ruido de las olas del mar, observar la luna y las estrellas, era como vivir en otro mundo y yo lo estaba viviendo, me parecía imposible estar frente a semejante belleza y poder tocarla.
El comedor donde cenaba de una gran elegancia y los platos exquisitos, aquí no había tanta informalidad, si bien los turistas la ejercían en plenitud, algunos en demasía, por mi parte si bien concurría de sport nunca lo hice en ojotas, diría que hasta llamaba la atención. El comedor estaba construido dentro del mar y mientras cenaba podía observar los peces al lado de las mesas. Tuve la suerte que me atendieran Amelia y Vicky, dos jóvenes muy amables, simpáticas y graciosas, con las que hicimos una linda amistad. Tenían para conmigo una especial atención y cuando se enteraron que era piloto, aumento esa atención: “¿Qué le servimos hoy capitán?” me decían. Fueron extremadamente amables. Cuando debí dejar el hotel para viajar a Ranguiroa, en el embarcadero volví a encontrarme con Vanesa, me colgó un collar de caracoles en el cuello y me regalo cuatro más de recuerdo para regalar. Las atenciones siguieron, me despacho la maleta, me alcanzo agua. Quise tener una atención a modo de agradecimiento por tantas atenciones y bajo ningún concepto la acepto, le expliqué que era solo una atención. Me contesto: “Eduardo, la mejor atención es que nos hayas elegido a nosotros” a lo cual me quede sin respuesta. Nos despedimos con un gran abrazo y un beso al estilo francés. Llamo a un empleado de seguridad, no quiso que hiciera cola para embarcar y me acompaño hasta la escalerilla del avión. Mientras caminábamos al avión la persona que me acompañaba al avión me dice: - ¡Señor, lo llama Vanesa! Me di vuelta y era ella que con las manos me saludaba. ¡Cuánta gentileza! Antes de ascender me piden el ticket de la maleta. Al rato asciende al avión y me informa que la maleta fue embarcada, no lo podía creer. Después de casi una hora llegamos a Ranguiroa, la última isla a visitar. También un bungalow a metros del mar, un lugar muy apacible y siguiendo la rutina, alquile un vehículo para recorrer la villa, muy pequeña de solo 3 mil habitantes, en una hora la recorrí, compre artesanías y allí conseguí el coral que tenía prometido a dos amigas. Pase por el super mercado a comprar lo de siempre para el mini bar. Aquí todas las noches antes de cenar pasaba por la confitería del hotel también dentro del mar, tomaba una copa y luego cenaba, al terminar volvía a la confitería atendida por Memé. Un tipo muy simpático que era gay y que preparaba muy buenos tragos, hasta la hora que cerraba me quedaba allí disfrutando también junto al mar. Meme me regalo su vincha de flores muy hermosa y me tomo varias fotos. Para luego volar nuevamente a Papete y tomar el vuelo de regreso a Chile y Argentina. El vuelo salió a las 3 de la mañana, después de unos minutos de vuelo debimos regresar, por los movimientos y recaudos que tomaba la tripulación percibí que algo grave ocurría. Efectivamente!! Se había disparado una alarma de fuego en el compartimento de equipaje que hasta que lo detectaron y solucionaron pasaron más de 2 horas que jamás lo recuperaron. Llegamos a la Isla de Pascua para el cambio de tripulación y recarga de combustible llegando a Santiago pasada las 23 hs. En el aeropuerto me esperaba el vehículo que me trasladaría al Hotel Neruda, un tipo macanudo, lo primero que me dijo que tenía que tener mucho cuidado por la delincuencia, que no saliera de noche. Me pregunto qué pensaba hacer, le conteste que tenía dos cosas pensadas: por un lado, visitar la Isla Negra y rendirle mi homenaje al poeta Neruda, a quien conocí y con el que tengo una anécdota muy graciosa, me pidió que se la contara y se rio mucho. Y por otro lado también pienso visitar donde descansan los restos del presidente asesinado Salvador Allende, me pregunto si era comunista, le conteste que no, que era marxista, luego como me queda tiempo aprovecharé para comprar algo. A los industriales y comerciantes argentinos que injuriaron por años a la expresidenta y a los que apoyábamos ese proyecto de país no les compro ni un botón, me dijo. No vaya al shopping donde van los argentinos, es el shopping de la oligarquía chilena que es más caro, vaya al Costanera Center que tiene lo mismo y es mucho más barato. Al llegar al hotel le comento al conserje que quiero ir a la Isla Negra, que está a 120 km, ahí mismo me saco un tour para el día siguiente. De Santiago recorrí toda la casa que hoy es un museo, luego visitamos un complejo turístico y una bodega de vino. Al otro día fui al cementerio general, en la entrada me explicaron dónde está el mausoleo del presidente asesinado por el imperialismo. Camine varias cuadras hasta la calle O’Higgins y llegue a ese impresionante mausoleo, estuve allí varios minutos y regrese. Un señor muy atento me invito a subir y me llevo hasta la salida. Luego tomé un taxi y fui al Costanera Center a comprar lo que necesitaba. Un enorme centro comercial con escaleras mecánicas. Lo primero que hice fue como de costumbre comprar una maleta e ir poniendo lo comprado, termine en el cuarto piso y compre el último celular que había salido a la venta. En el segundo piso fui a Jumbo donde compre más de 60 latas de productos de mar que los chilenos son especialistas en ese tipo de productos, centollas, cholgas , mejillones, machas. En Argentina el único que las vende es el delincuente de COTO, a ese no le compro ni una lata de pate. De esta forma terminó este viaje al país de las maravillas de Alicia, podemos decir. Como dije antes, espero que no me odien por lo que conté.
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