Amigo lector
de EL TIEMPO: hoy concluye el relato de mi reciente viaje por tierras
asiáticas. A los fines de su publicación en varias “contratapas” los muchachos
de la redacción lo distribuyó en publicaciones que prácticamente abarcaron una
semana. Por el “reparto” del material es probable que el lector se haya visto
obligado a “hurgar” en busca de una sostenida coherencia, lo cual seguramente
les habrá resultado un tanto difícil, por la simple razón de tratarse de
“apuntes”, generalmente basados en la memoria del viajero, con la factibilidad
de haber incurrido en algunas involuntarias omisiones de apreciación.
Vamos entonces hacia el punto final.
Realmente, yo
creía que habiendo dejado atrás a Mai Ly- y también, usando un dicho popular,
“el infierno”, aunque personalmente no creo que existan ni el infierno ni el
paraíso-; pero en Dien Bien Phu volví a experimentar esa sensación. Sentí y
siento un dolor muy profundo, porque nunca pensé que Francia, un país culto, abanderado
de los derechos individuales y humanos, tuviera en su sociedad gente tan
abominable, con una mente diabólica, desprovista de la menor sensibilidad, que
cometió hechos aberrantes, avalados por ese país; justamente Francia, llamada
Cuna de la Libertad, que sufrió en carne propia el atropello, el genocidio por
parte de los nazis, cometiendo un hecho como el Dien Bien Phu, muy similar al
ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial en una villa situada al sudoeste de Francia,
en el cual un grupo de maquis eliminó a una veintena de soldados nazis. Uno de
ellos alcanzó s llegar a uno destacamento de la Gestapo. Inmediatamente los
nazis enviaron a esa villa un batallón de soldados e hicieron salir de sus
casas a los 650 habitantes. Los hombres fueron colocados en la plaza, las
mujeres y los niños en la Iglesia. Luego las ametralladoras comenzaron a
vomitar luego. Solamente un hombre y tres mujeres sobrevivieron a esa masacre
nazi. Y ahora era Francia, la que con este hecho quedaba nada menos que a la
altura de los nazis.
Ese hecho
ocurrió el día 24 de abril de 1954, once días después Dien Bien Phu caía
nuevamente en manos de Vietnam, que perdió 25 mil hombres y Francia entre siete
y nueve mil. Muchos años después. El General Descartries, según me lo refirió
el ministro de Defensa de Vietnam durante una recepción en la Embajada de Cuba
con motivo de celebrar la victoria cubana contra el ataque norteamericano en
Playa Girón, el general Decartries solicitó al gobierno de Vietnam autorización
para visitar y recordar a los soldados franceses que murieron en la batalla de
Dien Bien Phu. El gobierno le contestó que antes de venir a rendir homenaje a
los soldados franceses primero tenía que pedir perdón y homenajear a los 444
vietnamitas que él masacró y recién después el gobierno estudiaría si se le
otorgaba o no el permiso. El general se hizo el desentendido, pero como todos
los genocidas nunca se arrepintió y al poco tiempo murió.
Con respecto a
esta masacre tuve una sensación distinta a la Mai Ly. No era el sentido de si
una fue más grave o no que la otra; las dos son incalificables, al igual que
sus autores. La sensación consiste en que ene l hecho protagonizado por EE.UU.
no me llamó la atención en lo más mínimo, porque quienes vivimos en este
continente sabemos de todos los atropellos que ha cometido ese país. Los
dictadores más sanguinarios que ha tenido América Latina han sido impuestos y
sostenidos por la Casa Blanca.
Los
norteamericanos fueron los creadores de la tristemente famosa Escuela de las
Américas, que funcionara en el Canal de Panamá, donde se graduaron los más
crueles violadores, torturadores y asesinos que asolaron esta América, y los
subordinados que recibieron sus enseñanzas. Todos están registrados como
verdaderos monstruos de la historia latinoamericana. Son un reflejo de lo que
es capaz de hacer EE.UU. Por eso digo que no me llamó la atención ese proceder.
Y aquí creo
que cabe una pequeña aclaración: como hablé de tantos genocidas, mucha gente
podría pensar “éste está o estuvo a favor de la guerrilla argentina”. Nada de
eso. Siempre estuve en total desacuerdo y dije que eran una banda de asesinos y
forajidos, unos delirantes trasnochados. Porque se ponían una remera con la
figura del Che se creían revolucionarios y que podían hacer una revolución popular.
Jamás de las derechas salió una revolución popular; por el contrario, siempre
las aplastaron.
Además,
pertenecían a un partido político que si le sumamos los años que estuvo en el
poder llegamos a un cuarto de siglo y de revolución social y todavía estamos en
veremos. Ahora, si llaman “revolución social” el hecho de regalar una plancha,
una máquina de coser o un colchón, no conocen en lo más mínimo lo que es una
revolución. Lo que sí nos dejaron y desgraciadamente los tendremos por años,
son gremialistas corruptos y venales enriquecidos a costa de los trabajadores y
hoy muchos de ellos devenidos en socios de Jockey Club y la Sociedad Rural, con
haras de caballos de carreras y otros ahora grandes empresarios incluso con
ramales de ferrocarriles, mientras las obras sociales y los sindicatos están en
quiebra.
Y por el otro
lado otra banda que utilizaba los mismos métodos que la anterior y aprovechando
los dineros públicos y auto titulándose los “salvadores de la patria” y “la
reserva moral de los argentinos”, la verdad es que para tener semejante reserva
es mejor no tener nada. Siempre hay sumas que restan y esta es una de ellas.
¿Qué ofrece Vietnam?
Por último,
para complementar lo relatado, ha querido hacer referencia a lo que el Vietnam
le ofrece al turista: grandes hoteles de lujo y comodidades de todo tipo
conviven con una cultura milenaria, tan refinada y seductora como enigmática,
llena de misterio.
El vietnamita,
con un índice de alfabetización entre los más elevados del mundo, es culto,
afable, generoso, acostumbrado a padecer las penurias de la guerra, es muy poco
exigente. Yo diría nada exigente.
Las mujeres
vietnamitas son de una gran elegancia, que no pierden incluso cuando realizan
los trabajos más duros.
Durante la
guerra, sobre Vietnam se lanzaron unos trece millones de toneladas de bombas,
equivalentes a 450 veces las bomba atómica arrojada por los norteamericanos
sobre Hiroshima el 6/8/1945 y tres días después sobre Nagasaki, causando 60.000
y 80.000 muertos, respectivamente. En Vietnam, además, EE.UU. empleó la técnica
de destrucción deliberada del medio ambiente (ecocidio), como táctica militar,
en una escala sin precedentes en la historia de las guerras. Roció con más de
cien millones de litros de productos químicos, como el agente naranja. Estos
contenían, a su vez, dioxina, que es el elemento químico más toxico que se
conoce; cancerígeno y unitagénico, que también alcanzaron a quienes arrojaron
semejante carga letal. De esto se puede escribir muchísimo, porque es un tema
inagotable, lo mismo que de Pekín y Kathemandú, esta también con una historia
milenaria y una artesanía inigualable

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